lunes, 24 de agosto de 2015

¿Por qué tenemos (estos) gobernantes?



Hace tiempo quería escribir un post de este tipo, de opinión, y que explica el nombre que elegí para el blog hace años. La bajada "vive, conoce, disfruta" me pareció apropiada dado que estaba haciendo un viaje, pero incluso sin viajar es un consejo que también va relacionado con ser feliz.

El orden no es casualidad. Primero hay que vivir, en el sentido de desarrollarse y experimentar. Segundo hay que conocer, en el sentido de estudiar y aprender, de ser capaz de distinguir lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, como individuos y como sociedad. El tercer punto es la regla de oro: si ya sabes qué es bueno para ti y el resto, haz las cosas que te gustan.

Como cualquier opinión, mezcla pensamientos míos con otros que he escuchado o leído. En particular me referiré al objetivo de tener gobiernos y a quiénes son las personas idóneas para gobernar.


La relación entre felicidad y gobiernos

Hace unos años leí unos libros del monje budista Matthieu Ricard, y alguno en conjunto con su padre, el filósofo Jean-François Revel, acerca de los objetivos en la vida, acerca de cómo vivir felizmente.

Felicidad en 3 párrafos

Voy a aclarar breve y pobremente el concepto de estar feliz (breve para no aburrir y pobre porque quiero ser breve). Estar feliz es una sensación individual, que nace en el interior de cada uno y no estimulada por factores externos a la persona.

Cuando la sensación de bienestar está dada por estímulos externos, se le denomina placer. Se prefiere estar feliz por sobre sentir placer, ya que al depender de uno, la felicidad puede ser duradera.

Menciono "estar feliz" porque la felicidad no es un punto que se alcanza y listo, sino que es un gradiente, un flujo. Uno siempre puede estar un poco más feliz o un poco menos feliz. La felicidad entonces la defino como el estado que mantiene la búsqueda para estar más feliz.

Los gobiernos

Yo pensaba antes que los gobiernos servían principalmente para defender fronteras. No lo digo por ignorante, sino porque no veo cambios significativos en Chile cuando gobiernan unos u otros.

Las declaraciones de los políticos casi siempre son discursos uniformados que defienden sus cargos, justifican sus acciones o respaldan instituciones que los representan o, peor, financian sus campañas.

Así que viví muchos años, y muy bien, sin interés por las leyes ni gobiernos, incluso dejé de ver y leer noticias y tuve una vida mejor que normal.

Hasta que leí a Ricard, que plantea que la función de los gobernantes es velar por la felicidad de sus gobernados. ¡Pum! Así de fácil. Esto me gustó, pero me cuestioné si es la primera respuesta que daría un político, en ejercicio de un cargo o no, cuando se le pregunte la función que debe desempeñar.

Políticos en Chile

Me defraudé entonces de nuestros políticos y gobiernos. Mi decepción no es por mi suposición de que no comparten mi criterio. Mi decepción pasa porque para poder votar por alguien debo saber cómo piensa, saber si comparte mis criterios respecto a las cosas que nos hacen bien y las que nos hacen mal, como sociedad e individualmente.

Esto último, al menos en Chile, no se da. Al momento de escribir esto en Chile se vive el segundo mandato de Michelle Bachelet, quien ante una pregunta difícil durante su  candidatura respondió "paso". O sea, "no quiero decir lo que pienso" (o tal vez no tiene una posición clara, pero tampoco dijo eso).

Este no es un artículo en contra de ella. Si bien es el ejemplo ilustrativo más claro, lo mismo se ha repetido en todos los debates presidenciales que he visto. Candidatos de todos los partidos políticos esquivan las preguntas directas y dan una respuesta preparada que no tiene nada que ver con la pregunta.

Lo peor es que entre los mismos políticos esto es visto como una virtud, como una forma de hacer bien las cosas.

Es todo lo contrario. Es una falta, una inmoralidad, es repudiable. Es aplaudir al embustero, premiar al que esconde, felicitar al que engaña, al mentiroso. Y lo premiamos con votos porque "es buen político".

Estos políticos, hábiles en la oratoria para esconder sus posturas frente a los temas importantes, parece que hipnotizan a las masas y terminan siendo elegidos para gobernarnos. Lo mismo pasa con las estafas telefónicas y el cuento del tío: un tipo engatusa a la víctima para que crea algo que no es. A este último le llaman delincuente.

Es por eso que hoy tenemos en el gobierno a mentirosos (no todos, pero ejemplos hay montones), ganando un montón de plata y tomando decisiones para que algunos otros hagan lo mismo. No nos extrañemos después por qué salen a luz casos de corrupción, fraudes e ilícitos.

Cómo mejoramos a nuestros políticos

Si los políticos son malos, hay que reemplazarlos. Muchos dirán que no hay otros, que todos son iguales.

Yo no pienso así. Tienen que gobernar los mejores y hay personas mejores. Cito un texto, de un autor relativamente nuevo que dice lo siguiente:

"Si los buenos gobernantes abiertamente requirieran dinero para estar a cargo, serían llamados jornaleros, y si lo hacen secretamente por dinero para sí mismos gracias a su poder, van a ser llamados ladrones; y no quieren ser llamados de ninguna de esas formas. Por otro lado, no lo harán por prestigio, ya que no son ambiciosos.

Por eso hay que presionarlos y amenazarlos con castigo, de lo contrario nunca asumirán el poder, y esto es probablemente el origen de la visión convencional de que es vergonzoso querer tomar el poder, en lugar de esperar hasta que uno no tiene elección. El castigo definitivo para no estar dispuesto a asumir la autoridad es ser gobernado por una persona peor, y es el miedo de que esto ocurra, creo, lo que obliga a los buenos hombres para asumir ocasionalmente el poder.

En estas ocasiones, no se embarcan en el gobierno con la expectativa de obtener alguna ventaja o beneficiarse por ello: su actitud es la de quien no tiene ninguna opción, en el sentido de que no han sido capaces de encontrar gente mejor que ellos mismos, o incluso sus iguales, a los que puedan confiar la tarea."

Platón, La República, Siglo V AC. Traducción al inglés por Robin Waterfield.

Lamentablemente el llamado queda hecho. Si comienza a molestarte la forma en que están tomando las decisiones en tu país y te consideras mejor que los que hoy gobiernan, si respetas los valores que proclamas, siéntete obligado a tomar parte.

Basta con eso de "para mejorar nuestros políticos hay que ir a votar". Patrañas, hay que empujar la mesa. No espero que las cámaras de diputados, de senadores y los candidatos a presidentes cambien de un día para otro, pero se puede comenzar con puestos locales, como concejales o alcaldes.

Invito a cualquiera a iniciar una carrera política honesta hoy. Después de todo lo que se ve, está fácil.

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